domingo, 18 de septiembre de 2011

El Banco del Sur

Con el visto bueno del congreso argentino hace unos días, ya son cuatro países de siete, los que le dan el sí a la puesta en marcha del Banco del Sur, y es muy probable que antes de fin de año lo veamos entrar en funcionamiento.
Aunque para los neoliberales locales del periodismo y la economía, esto solo suena a un banco de Chávez, lo cierto es que se trata de una herramienta eficaz para que Sudámerica enfrente la crisis global, además de avanzar en convertir a la sub región en un bloque con autonomía financiera.
El objetivo central del Banco del Sur es proveer de recursos financieros allí donde el resto de la banca multilateral no actúa. Su convenio constitutivo habla de priorizar proyectos de desarrollo económico, social y ambiental de los países miembros de la Unasur, fortaleciendo su integración.
Por ejemplo, la volatilidad en el mercado de commodities alimentarios siempre tiene en vilo a productores y consumidores, puesto que los precios del trigo, el maíz, la soja, el arroz entre otros, dependen más de los grandes especuladores financieros globales que de la oferta y la demanda. Un fideicomiso u otro mecanismo financiero en el marco del Banco del Sur, puede protegernos de esa especulación y garantizar la seguridad alimentaria en la región. Lo mismo para el caso de medicamentos u otros temas sensibles. Todo ello, coordinado por los gobiernos de nuestros propios países, dejando de lado la dependencia en iniciativas del Banco mundial o de organismos cuyos paquetes de préstamos vienen con condicionalidades de política y además responden a intereses extra regionales.
Por eso, el potencial que tiene un instrumento como éste, es estratégico en un escenario en donde lo único cierto es la incertidumbre. Especialmente, si tenemos en cuenta que ya no basta solo la respuesta nacional anti cíclica ante un nuevo embate de la economía mundial.
Si bien es cierto, solo por el hecho de pertenecer a la Unasur, el Perú podría beneficiarse de los créditos del banco; al no formar parte de esta construcción, no tendrá operadores políticos dentro, ni podrá influir en sus decisiones. Y eso, solo por motivos ideológicos.
Mientras que Brasil, Uruguay, Paraguay, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina se han comprometido con el aporte de capital necesario para el funcionamiento del Banco del Sur, en el Perú ni siquiera se ha abierto el debate sobre una nueva arquitectura financiera internacional. Pero más temprano que tarde, cuando la crisis empiece a deteriorar nuestros buenos números macroeconómicos otra vez, estoy seguro que miraremos con otros ojos esta iniciativa y empezaremos a romper por fin, la inercia de la política económica nacional.

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