domingo, 16 de diciembre de 2012

Lo que se viene en el sector Trabajo

El explosivo exministro de Trabajo José Villena no tuvo tiempo para acabar del todo con la política de contención defensiva de los derechos laborales y sindicales que se impulsó en el Viceministerio de Trabajo desde que Pablo Checa, exdirigente de la CGTP, fue nombrado como viceministro al inicio del gobierno de Humala.
Si bien Villena empezó una misión antilaboral, lenta pero segura, desde que fue nombrado ministro hace un año, no tuvo tiempo para cumplir el objetivo de acabar totalmente con el impulso reformista de los primeros meses del actual régimen.
Recapitulando su paso por el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, podemos decir que primero se encargó de diferir lo más que pudo el segundo tramo del aumento del sueldo mínimo, enfriando al mismo tiempo cualquier posibilidad de contar con un mecanismo de ajuste periódico. Y si no hubiese sido por el peso de la promesa de los 150 soles adicionales a la remuneración mínima, se hubiera volado sin asco los 75 soles pendientes.
Luego saboteó la Ley General de Trabajo para mandarla nuevamente a la congeladora. Se la pasó con declaraciones en contra del anteproyecto de Ley, hasta que encontró el contexto preciso para sacarla del debate público. Lo mismo hizo con el reglamento de la Ley de Relaciones Colectivas de Trabajo y con el fortalecimiento de la inspección laboral, entre otros cambios que se habían dibujado.
Esperó pacientemente el momento adecuado para volarse a Checa. Pero allí el tiro le salió por la culata, porque no previó que Silvia Cáceres, la viceministra que remplazo al sindicalista, mantuviera una posición coherente de respeto hacia el trabajo y los sindicatos. Eso la puso en la mira de la Alta Dirección del Ministerio y por su puesto del tristemente célebre ministro pegalón, que solo estaba calculando el timing preciso para un nuevo relevo en esa área. Es que Cáceres no se movió de la línea Checa, manteniendo hasta la fecha a los directores que éste nombró.
Luego vino el episodio de Arequipa que envió a Villena a su domicilio y todos quedamos a la expectativa de quien lo reemplazaría. 
Pero al ver juramentar a una abogada de empresarios, a todas luces operadora de la Confiep, como es el caso de la Sra. Laos, muy cercana por cierto a la exministra de Trabajo aprista Manuela García (quien estará saboreando la posibilidad de hacerse de la dirección de conflictos laborales) que tiene el mismo filo pro patronal y que aún labora en el Ministerio; los días en que el Viceministerio de Trabajo conserva algo del espíritu laboral del candidato Humala, parecen estar contados.
No por gusto El Comercio ha publicado esta semana una editorial descaradamente antilaboral y antisindical, llena de prejuicios y sentidos comunes neoliberales en la que prácticamente le dice a la nueva ministra cual debe ser su agenda: facilitar los despidos y desregular más las relaciones laborales.
Se viene toda la maquinaria mediática para garantizar la masa crítica que aliente a Laos a terminar la labor que dejo pendiente Villena.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Pensando el futuro económico

El peor escenario que puede enfrentar el gobierno, es en el que a la inestabilidad social se le suma la inestabilidad económica. Que en medio de los pleitos por proyectos de inversión como Conga, o de las huelgas por más salarios, llegue el fin de la bonanza económica. Claro, con el elemento especial de este periodo: el malestar del núcleo duro de electores de Humala, que apostaba por salir del modelo neoliberal.
En los quince meses que tiene la presente gestión, hemos visto problemas sociales derivados de la etapa “conflicto del crecimiento”, en la que las luchas son por reparto de excedentes y por reglas de inversión, especialmente la extractiva. Las propuestas de “inclusión social” o “diálogo”, presentes en el discurso oficial, no lograron desinflar los conflictos duros.
Medidas como el reparto de tickets para adquirir gas barato en algunas provincias, o para meter candela a obras de infraestructura en el agro de pequeña escala mirando la experiencia Quellaveco, constituyen un esquema vulnerable. Primero, porque suponen que la crisis económica que vive el mundo no va a detener el crecimiento peruano, y segundo porque requieren de un Estado eficiente.Mientras no se relance la economía (diversificación productiva e industrialización saliendo de la lógica de libre comercio); junto con transformaciones en el régimen subsidiario del Estado, de la propiedad de los recursos naturales, y de la forma en que se negocia y trata al capital extranjero (modificaciones constitucionales), no podremos resolver los problemas de fondo.
Solo queda calcular el fin del boom económico. Sabemos por historia que todos los periodos de auge que ha vivido el Perú republicano se han relacionado con la explotación de algún recurso natural (guano, caucho, algodón, harina de pescado y ahora minerales), y que luego sobreviene el declive y la bancarrota fiscal. Lo dijo Basadre desde su “Perú: Problema y Posibilidad”, en las primeras décadas del Siglo XX.
¿Cuánto durará el actual crecimiento? Lo mismo que duren los precios altos de los commodities y los flujos de capitales. Esos dos elementos, centrales en el esquema económico de estos años, no dependen de decisiones nacionales, sino de medidas que toman los grandes del mundo, haciendo de nuestra economía una muy vulnerable.
Basta que alguien en Europa o Estados Unidos se de cuenta de que hay un poquito más de inflación de lo normal, para que las tasas de interés de referencia de sus bancas centrales dejen el nivel cero en el que están desde hace diez años, rompiéndose la lógica en la que los capitales vienen a las economías emergentes y las materias primas siguen en el top de su precio.
¿Cuánto aguantaremos el golpe en los ingresos fiscales y las cuentas externas? Lo que duren las reservas, el fondo de tesorería y otros guardados de Castilla, basados todos en los bajos salarios. Pero eso en el mejor de los casos mantendrá las grandes cifras en azul por un tiempo. El Perú seguirá siendo un país de misios pero con una tremenda crisis política.

domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Por qué no vino Dilma?

Es bien raro eso de que la presidenta del Brasil no haya venido a la cumbre de Unasur en Lima por un problema de “agenda interna”.
Tratándose de una reunión prevista con anticipación, no cuadra que Dilma Rousseff haya cancelado unos días antes su presencia en la cita en la que empieza formalmente la presidencia pro témpore de Perú.
En realidad, estamos frente a un gesto político por el giro que ha dado Ollanta Humala en relación a América del Sur.
Para nadie es secreto que en el 2006, el entonces candidato era cercano al eje bolivariano, apartándose luego de éste a partir del 2009 y entablando relaciones con el eje Brasilia. Fue público que los principales asesores de la campaña del 2011 eran cuadros cercanos del Partido de los Trabajadores.
Pero ya en el poder, el presidente Humala se ha ido situando en el eje Washington. Primero descartó la asesoría brasileña en los programas sociales, dejando al BNDES por el Banco Mundial. Luego, las represas derivadas del convenio energético con Brasil quedaron en Stand By. Peor aún, los brasileños se enteraron por la prensa de que el gobierno peruano ya no compraría los Súper Tucano, reemplazándolos por los KT1 de Corea del Sur. Con ello la cooperación militar con Brasil pasó al olvido.
Ello generó que Dilma cancele su visita oficial al Perú, prevista para mayo pasado. Pero las relaciones se siguieron deteriorando, pues la Alianza del Pacífico (armonización de los TLC que Perú, Colombia, Chile y México tienen entre sí, con Estados Unidos y Centroamérica: el ALCA del Pacífico) que impulsa fuertemente la administración Humala, sedujo a los pequeños del Mercosur: Paraguay y Uruguay. Ello ocasionó la protesta del canciller brasileño Patriota en una visita que hizo a Lima en agosto.
Pero el plato fuerte en este divorcio fue el tema del gas, al quedar prácticamente desbaratado el proyecto Kuntur en el que iban a participar PetroPerú y Petrobras para montar un gasoducto y la industria petroquímica en el sur peruano.
El lobby Repsol-Hunt Oil lo hirieron de muerte en julio pasado, cuando el presidente anunció en su discurso por fiestas patrias, la construcción de otro proyecto gasífero. Y le dieron la estocada final, ahora que el gobierno no va a renovar la concesión del lote 58 a Petrobras, a pesar que ya tiene reservas probadas.
Doble rasero, pues si se trata de no renovar el contrato de Telefónica o renegociar condiciones con la Newmont, viene el chantaje de la seguridad jurídica y de la demanda multimillonaria ante el CIADI. Pero en este caso hay intereses más poderosos que los de la potencia suramericana y lógicamente que los de la industrialización del Perú.
Son aproximadamente 700 millones de dólares los que Petrobras exigirá al gobierno peruano por la inversión realizada y que queda en nada. Aunque en el mejor de los casos esto se soluciona con una operación de venta de la concesión. Lo relevante es que se está expulsando a Petrobras del negocio del gas peruano, lo que equivale a terminar de tirarle la puerta en la cara a Brasil. Por eso no vino Dilma.