domingo, 25 de noviembre de 2012

La industrialización de Humala

El gran reto de América Latina y particularmente del Perú es la industrialización”, fue uno de los mensajes clave que Ollanta Humala trasmitió en su reciente visita a España y Portugal con ocasión de la Cumbre Iberoamericana. Habló de diversificación productiva y de un proceso profundo para crear industrias.
Pero si eso es lo que quiere hacer el mandatario, no entiendo por qué su gestión continúa la política de libre comercio establecida, totalmente contraria a la industrialización.
Es contradictorio decir que el reto es industrializarse, y al mismo tiempo profundizar la apertura comercial negociando un mega TLC como el del Acuerdo de Asociación Transpacifico (TPP), o apostar con todo a la Alianza del Pacífico que no es otra cosa que la armonización de los TLC que el Perú, México, Chile y Colombia tienen entre sí y con todo el litoral occidental del hemisferio americano (a excepción de Ecuador), resucitando en la práctica un ALCA sin Mercosur.
¿Cómo es que el presidente compatibiliza el paradigma de la ventaja comparativa (que es lo que está detrás de los TLC y en general de la apuesta peruana de los últimos 20 años por la demanda externa como motor de la economía) con diversificación productiva o industrialización?
Si en verdad quiere industrializar al país, será útil que el presidente revise la experiencia del monarca inglés Enrique VII a finales del siglo XV.
El rey se dio cuenta que Inglaterra perdía mucho exportando lana e importando chompas y demás tejidos de países como Italia y Holanda. Entonces, en lo que podemos llamar como la primera política industrializadora del país que siglos más tarde fuera escenario de la revolución industrial, el monarca puso retenciones a las exportaciones de su materia prima, elevó los aranceles y dio incentivos a la producción de tejidos y prendas.
El resultado fue una industria pujante de Inglaterra, que una vez en desarrollo requería políticas completamente contrarias a las que le dieron vida. Para seguir impulsándola se necesitaba el acceso a más mercados. De ahí que a principios del siglo XIX saliera el economista inglés David Ricardo a impulsar el comercio internacional con su famosa teoría de la ventaja comparativa, que señala que si un país es bueno produciendo algo, lo siga haciendo, así sean solo minerales como es el caso peruano. Eso era a negar la industrialización a los demás países, favoreciendo solo a quien ya la tenía.
La economía peruana se ha saltado esa lógica. Sin industria, abrimos totalmente nuestro mercado con las políticas neoliberales. Y ahora que caigan los precios de las materias primas, nuevamente pasaremos del boom al declive, como tantas veces.
Si el presidente habla en serio, tendría que empezar por cambiar la política de comercio exterior; denunciar TLC y Tratados de Protección de Inversiones; salirse de la Alianza del Pacifico y del TPP; proteger los sectores que quiera industrializar; adecuar la política monetaria y de divisas; etc. El resto es puro floro.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Libre determinación para Haití

Recientemente visité Haití, país que ocupa el tercio occidental de la misma isla caribeña en la que se ubica República Dominicana. Tiene diez departamentos cuyas capitales son Gonaïves, Hinche, Jérémie, Miragoâne, Cap-Haïtien, Fort-Liberté, Port-de-Paix, Jacmel, Les Cayes, y Port-au-Prince, que es también capital del país.
El pueblo haitiano habla Creole, a pesar de que su gobierno -controlado por una diminuta oligarquía de importadores aliados de potencias extranjeras y transnacionales- lo margina promoviendo el francés.
Para un neoliberal, Haití solo es un país lleno de pobreza extrema sin esperanza, y por eso se merece la intervención militar con el cuento de misión de paz. Sin embargo, Haití es un país hermoso, lleno de color, recursos naturales, valentía, solidaridad y creatividad. No obstante las desgracias políticas, económicas y sociales, su gente sonríe y se yergue.
Pero Haití paga hasta la actualidad el costo de haber sido el primer país de Nuestra América en independizarse de la invasión colonial (1804).
Su historia como república empieza con una enorme deuda externa que le impuso Francia por la osadía de liberarse. Ante la imposibilidad de su pago, tuvo que endeudarse con terceros. Desvistiendo un santo para vestir otro, contrajo deudas con Estados Unidos, cambiando en la práctica la dependencia francesa por la norteamericana, o mejor dicho, sumándola.
En el caso haitiano se concentran todas las maldiciones de la excolonias latinoamericanas y caribeñas. Cada vez que este país ha querido establecer su rumbo, las desestabilizaciones y los golpes de Estado promovidos desde fuera han estado a la orden. Basta decir que el pacto por el cual su expresidente Aristide pudo regresar al país después de su derrocamiento, fue que se vayan al exilio miles de militantes de izquierda.
Las políticas del Consenso de Washington también han sido aplicadas en Haití, que sufre de una migración intensa del campo a la ciudad por la imposición de monocultivos en los últimos años. Eso no ha hecho más que profundizar la pobreza. Y ni qué decir de sus recursos petroleros, que estuvieron detrás del golpe de Estado que Francia y Estados Unidos promovieron contra Aristide en el 2004, a fin de evitar su nacionalización.
Desde ese año, Haití está ocupada por una Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (Minustah), que no es más que una máscara estadounidense y francesa para controlar un territorio que ubicado muy cerca a Cuba, es un factor geopolítico clave.
La Minustah solo trae desgracias al pueblo haitiano, pero ahora con el cuento de la reconstrucción tras el terremoto del 2010. Eso esconde en realidad un gran negocio.
Lo último ha sido el contagio del cólera por tropas nepalesas de la misión, lo que para Haití es una epidemia que durará años, y que ya ha ocasionado 7,626 muertos.
Es lamentable que Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala, Perú y Uruguay también tengan tropas allí, cuando más bien deberían condenar la misión en Haití y promover que fluya la libre determinación de su pueblo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Visiones peruanas de Unasur

En el último mes he participado de algunos foros sobre integración y cooperación en el ámbito de América del Sur. He podido ver cómo miran algunos sectores y actores nacionales de importancia al bloque de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Para los empresarios reunidos en la Sociedad Peruana de Comercio Exterior (Comex), Unasur es pura ideología y prácticamente no sirve para nada relevante. Para los representantes que he escuchado de esta asociación, salvo el libre comercio todo es ilusión. La integración y cooperación regional en su visión se reduce a la apertura total de los mercados. Lo bueno de Comex es que al menos se mete al debate.
No puedo decir lo mismo del ministerio de Economía y Finanzas (MEF), a cuyos funcionarios no les interesa participar en ningún espacio en el que se pueda exponer siquiera alguna postura distinta a la asumida por ellos en este tema. Al MEF solo le interesa hablar de integración en Unasur si es que se va a firmar un TLC.
No tienen ningún interés en la cooperación financiera regional, por ejemplo. Tanto es así que finalmente no asumieron la coordinación del Grupo de Trabajo de Integración Financiera (GTIF) de Unasur, como correspondía ahora que el Perú tiene la Presidencia Pro Témpore (PPT) del bloque.
Como se dieron cuenta que allí no podían meter el tema de liberalización arancelaria, entonces lo dejaron de lado. Porque eso de constituir un Fondo Sudamericano de Estabilización Monetaria para proteger a la región de la crisis económica mundial les sabe a chavismo. Están tan ideologizados que no ven la importancia estratégica de la cooperación financiera en el continente.
El Banco Central de Reserva (BCR) está más abierto. Sus representantes participan y dan argumentos técnicos con los que uno puede coincidir o no. Ellos consideran que la cooperación financiera regional no alcanza para afrontar la crisis y le apuestan, más que a un Fondo Regional, al Fondo Monetario Internacional (FMI). Al parecer, su matriz de análisis no incorpora el tema geopolítico o si lo hace, no está en sintonía con la consolidación de un bloque sudamericano con voz propia.
Pero al menos tanto el MEF como el BCR participan en el GTIF. El primero en el tema comercial, y el segundo en los temas de sistema de pagos y fondo de reserva.
La Cancillería por su parte está en una discusión sobre la convergencia institucional, económica y social que se necesita entre la Comunidad Andina (CAN) y el Mercado Común del Sur (Mercosur) en el marco de Unasur. Pero sí se va Roncagliolo esta visión estaría en peligro.
El ministerio de Comercio sí que da pena. A sus representantes, por lo menos a los que he escuchado, no les interesa nada que tenga que ver con convergencia CAN-Mercosur o cooperación financiera. Ellos quieren abiertamente la división como opción que debe seguir el Perú en Suramérica. Solo miran a la Alianza del Pacífico. Unasur en su visión podría no existir.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Escenarios económicos para Suramérica

La crisis que atraviesan las economías desarrolladas va a trasladarse a la región tarde o temprano. Primero porque el tránsito económico que vive el mundo es de largo aliento. Hasta el propio FMI reconoce que el estancamiento económico de los grandes tiene para rato. Y segundo, porque países como los de América del Sur no controlan ninguna de las variables del boom que viven desde hace una década.
No controlan la tasa de referencia que establece la banca central estadounidense y europea, de la que depende que los capitales se muevan en una dirección u otra. Hace justo una década que las tasas se encuentran cercanas a cero lo que ha impulsado un flujo de capitales importante hacia las economías emergentes y en desarrollo en busca de mayor rentabilidad. Y también lo que ha incentivado la especulación desmedida en los mercados de commodities. 
Otra variable central que no controlan, son los términos de intercambio de las materias primas que exportan y de las cuales –países más, países menos- dependen en gran medida sus ingresos fiscales y exportaciones. 
La contracción de los mercados europeos y norteamericano, y el freno del crecimiento chino tampoco dependen de este lado del planeta pero afecta de alma. Especialmente a países tan dependientes de la demanda externa de estos territorios como el Perú. 
En resumen, la crisis del norte se mudará por estos lares, así como cuando la crisis estadounidense de los setenta se nos transfirió en los ochenta vía deuda externa. 
Viendo este panorama, que algunos calculan a dos o tres años vista, a la región no le queda más que prepararse con instituciones financieras sólidas como un Fondo de Estabilización Monetaria con Fondo para Bonos en el marco de Unasur, a fin de mantener a salvo las cuentas externas sin perder soberanía. Y de igual modo, entrando a un proceso de industrialización y promoción de verdad de los mercados internos, para que el crecimiento y los ingresos fiscales comiencen a apoyarse más en las economías locales. 
Tomando esas dos variables: “industrialización” e “institucionalidad financiera”, podemos construir cuatro escenarios. 
El primero puede denominarse “a merced del FMI”, e implica que ni nos industrializamos, ni hicimos herramientas para pasar el mal rato. Lógicamente, ante problemas de balanzas de pagos, tendremos que recurrir al prestamista de última instancia que es el FMI y con ello las condicionalidades de política económica estarán a la orden del día, con la receta neoliberal ya conocida del Consenso de Washington. El segundo escenario es “a medio camino”, y consiste en que se cuenta con instituciones financieras regionales ad hoc para la crisis, pero no con industrialización. El tercer escenario es “un nuevo comienzo” y combina políticas productivas con una nueva arquitectura financiera regional. Aquí la región se convierte en un actor con voz propia en un mundo multipolar.
El cuarto escenario es el que estamos viviendo y se llama “pendiendo de un hilo”: sin instituciones de respuesta, ni políticas productivas serias, pero viviendo aún el boom económico hasta que venga el diluvio.