domingo, 4 de noviembre de 2012

Escenarios económicos para Suramérica

La crisis que atraviesan las economías desarrolladas va a trasladarse a la región tarde o temprano. Primero porque el tránsito económico que vive el mundo es de largo aliento. Hasta el propio FMI reconoce que el estancamiento económico de los grandes tiene para rato. Y segundo, porque países como los de América del Sur no controlan ninguna de las variables del boom que viven desde hace una década.
No controlan la tasa de referencia que establece la banca central estadounidense y europea, de la que depende que los capitales se muevan en una dirección u otra. Hace justo una década que las tasas se encuentran cercanas a cero lo que ha impulsado un flujo de capitales importante hacia las economías emergentes y en desarrollo en busca de mayor rentabilidad. Y también lo que ha incentivado la especulación desmedida en los mercados de commodities. 
Otra variable central que no controlan, son los términos de intercambio de las materias primas que exportan y de las cuales –países más, países menos- dependen en gran medida sus ingresos fiscales y exportaciones. 
La contracción de los mercados europeos y norteamericano, y el freno del crecimiento chino tampoco dependen de este lado del planeta pero afecta de alma. Especialmente a países tan dependientes de la demanda externa de estos territorios como el Perú. 
En resumen, la crisis del norte se mudará por estos lares, así como cuando la crisis estadounidense de los setenta se nos transfirió en los ochenta vía deuda externa. 
Viendo este panorama, que algunos calculan a dos o tres años vista, a la región no le queda más que prepararse con instituciones financieras sólidas como un Fondo de Estabilización Monetaria con Fondo para Bonos en el marco de Unasur, a fin de mantener a salvo las cuentas externas sin perder soberanía. Y de igual modo, entrando a un proceso de industrialización y promoción de verdad de los mercados internos, para que el crecimiento y los ingresos fiscales comiencen a apoyarse más en las economías locales. 
Tomando esas dos variables: “industrialización” e “institucionalidad financiera”, podemos construir cuatro escenarios. 
El primero puede denominarse “a merced del FMI”, e implica que ni nos industrializamos, ni hicimos herramientas para pasar el mal rato. Lógicamente, ante problemas de balanzas de pagos, tendremos que recurrir al prestamista de última instancia que es el FMI y con ello las condicionalidades de política económica estarán a la orden del día, con la receta neoliberal ya conocida del Consenso de Washington. El segundo escenario es “a medio camino”, y consiste en que se cuenta con instituciones financieras regionales ad hoc para la crisis, pero no con industrialización. El tercer escenario es “un nuevo comienzo” y combina políticas productivas con una nueva arquitectura financiera regional. Aquí la región se convierte en un actor con voz propia en un mundo multipolar.
El cuarto escenario es el que estamos viviendo y se llama “pendiendo de un hilo”: sin instituciones de respuesta, ni políticas productivas serias, pero viviendo aún el boom económico hasta que venga el diluvio.

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