domingo, 15 de enero de 2012

Conga no va

Para acabar con el conflicto provocado por el proyecto minero Conga de Yanacocha, en Cajamarca, se presentan dos grandes obstáculos en el seno del gobierno. El primero es político y el segundo ideológico, aunque ambos se camuflan con un ropaje supuestamente técnico de economía en tiempos de crisis global.
Lo político en este caso tiene que ver, en primer lugar, con el hecho que el presidente confunde la movilización de todo un pueblo -al que prometió agua antes que oro durante la campaña electoral- con una maniobra política de Patria Roja.
Creyendo que al decir “Conga va” ponía orden y vencía a su contrincante “violentista”, Humala logró mayor inflamación social y romper con su base. El estado de emergencia simboliza esa manera de ver las cosas.
Otro aspecto político es la gran influencia que ejerce el ministro Luis Miguel Castilla -cuya hermana fue gerente corporativa de Yanacocha no hace mucho tiempo– sobre el presidente, convenciéndolo de que si Conga no va, nos vamos a la ruina, usando para ello, el chantaje de que los contratos firmados, así sean lesivos o irregulares se respetan porque si no viene el cuco CIADI y nos clava una indemnización multimillonaria. Pero también que se cae la inversión y nos quedamos sin plata para los programas sociales en plena recesión mundial. Todo lo cual es bastante engañoso.
Del lado ideológico, el tema es ciertamente más complejo, porque se trata del valor que se le asigna a un ecosistema frágil como el que rodea al proyecto minero en cuestión. Para Yanacocha, Castilla y los demás defensores del estilo de crecimiento neoliberal, las lagunas, bofedales, humedales y pastizales que van a ser destruidos, valen solo si tienen significancia económica en el mercado.
Y como allí, salvo por los servicios ambientales que se timbean en los mercados de carbono, no hay mayor lugar para la naturaleza, entonces se da por descontado que la inversión y las utilidades son más importantes que la tierra, el agua y el paisaje.
El Estudio de Impacto Ambiental de Conga (EIA) mira cada uno de los bienes públicos en juego como si fueran independientes y sin interrelación, por eso la compensación ambiental más importante que plantea es construir cuatro reservorios, como si solo estuviéramos hablando de juntar agua, como si no existiera el gran riesgo de contaminar con agua ácida filtrada, la parte baja de la cuenca afectando todo un sistema económico local y transformando irreversiblemente fuentes naturales de recursos hídricos en tajos y desmontes.
El EIA omite la evaluación de toda la cuenca, concentrándose en la cabecera, pues no tiene un enfoque ecosistémico, y da mayor peso al criterio económico y operacional, que al de la protección del medio ambiente.
Si nos animáramos a hacer economía de verdad y cosas como los pasivos ambientales se integraran a la hora de calcular la variación del PBI por ejemplo, el cuento del crecimiento ya no sería creíble, porque la economía no puede reducirse a tumbar cerros, lagunas y todo lo que se interponga en el camino del implacable extractivismo.
Mientras tanto, seguiremos escuchando al premier Valdés insinuar que el peritaje internacional es una mera formalidad, y que el proyecto se inicia de todas maneras antes de llegar a medio año, así Conga a estas alturas ya goce de inviabilidad social.

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