domingo, 24 de julio de 2011

Velarde y Castilla

Es bien complicado entender que el actual presidente del Banco Central de Reserva (BCR), Julio Velarde, sea ratificado en su cargo, cuando hace poco se mostró totalmente en contra –sin mayor sustento- del impuesto a la sobreganancias mineras y del aumento del salario mínimo, propuestas centrales en la hoja de ruta del nuevo gobierno y por las que votó la mayoría. Igual de difícil es encontrar la lógica de que el viceministro de hacienda de Alan García, Luis Miguel Castilla, colocado por Mercedes Araoz y mantenido por Ismael Benavides, ambos opositores al nacionalismo humalista, sea el que maneje la caja fiscal en el gobierno de Ollanta.
Velarde, fue jefe del plan de gobierno del PPC en el 2006 al cual se enfrentó Humala. Y Castilla el que desde hacienda (el viceministerio más odiado por todos los sectores, pues es el que mete tijera sin mayor contemplación) ejecutó los recortes presupuestarios impulsados tanto por Araoz como por Benavides.
Pero ahora ambos representan la punta de lanza de la derecha derrotada en junio, que se mete por la ventana al gobierno y que sin duda será la camisa de fuerza – al menos por el momento – para los cambios que esperan millones de peruanos.
Y eso de que hay que mandarle buenas señales al mercado, que equivale a decir que aunque haya ganado la “gran transformación”, el MEF y el BCR siempre deben ser dirigidos por los operadores de “la gran continuación”, me suena más a chantaje que al mejor funcionamiento de la economía.
Pues ahora pocos se acuerdan que tanto el MEF como el BCR de la era García tuvieron los reflejos de un borracho cuando se inició la crisis global, y si no hubiera sido porque los precios de los minerales cayeron solo por unos meses y nuevamente se ubicaron a niveles pre crisis, el 2009 no hubiera cerrado con 0.9% de crecimiento, sino con mucho menos.
El frenazo del crecimiento que pasó de una velocidad de 9.8% con el que cerramos el 2008, a menos de 1 para el siguiente año, fue resultado directo de la lentitud de Velarde en bajar la tasa de interés y de aplicar un plan anticrisis tardío por parte de los economistas que hoy celebran con júbilo el nombramiento de Castilla.
Un amigo me dijo que el costo de una táctica electoral centrista se paga a la hora de gobernar. Hoy lo vemos claramente. Incluso, las banderas que no fueron arriadas y que constituyen el único bastión de cambio del nuevo gobierno: impuesto a la sobreganancias mineras, nacionalización del gas del lote 88 y la entrada en vigencia de algunas políticas redistributivas, están hoy, en riesgo de ser saboteadas desde dentro.

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