domingo, 19 de febrero de 2012

América Latina y la crisis global

Desde que estalló la crisis global en 2007-2008, el orden monetario, financiero y comercial del mundo ha entrado en una etapa de transición, cuyo desenlace nadie conoce, pero que definitivamente modificará el sistema basado en el dólar como reserva mundial, en los tratados comerciales y de inversiones como estrategia por conseguir mercados foráneos, y en instituciones financieras controladas por Europa y Estados Unidos, encargadas de proveer liquidez a los mercados.
El escenario que se configura para el 2012, tras el rescate de los grandes bancos europeos y norteamericanos y la aplicación de estímulos fiscales en todo el mundo en los años previos, no es nada favorable.
Toda la periferia europea está siendo obligada por la Troika (FMI, Banco Central Europeo, y la Comisión Europea) a hacer ajustes presupuestales enormes para cerrar sus grandes déficits que superan en varios casos el 100 por ciento de su producción. Y eso, como bien sabemos los que vivimos en América Latina y recordamos la crisis de deuda que estalló en 1982, garantiza unos buenos años de recesión económica, que solo tras recortar gasto social y reducir ingresos de los trabajadores, pone en azul la macroeconomía.
Y si Europa está en problemas, Estados Unidos no pasa piola. La recesión del viejo continente agrava aún más el estancamiento económico de la otrora potencia económica mundial. Solo China se mantiene con el motor prendido, aunque la reducción de los mercados europeo y norteamericano también la golpeará.
América Latina se consuela con la enorme cantidad de reservas internacionales que ha acumulado, producto de las lecciones aprendidas de su propia crisis de deuda; y en que China sigue siendo el gran mercado para sus materias primas.
Ni siquiera Brasil, que junto a Argentina y México, tiene potentes bases productivas y un gran mercado interno, es capaz de liderar o proponer un juego propio para la región en medio de este cambalache de hegemonías.
Y a pesar de que desde el 2006, varios gobiernos sudamericanos vienen proponiendo la construcción de una nueva arquitectura financiera regional, para que las reservas internacionales se queden en casa y no cubran los déficits del tesoro norteamericano, para tener una propia banca de desarrollo sin condicionalidades, y para contar con un sistema de compensación monetaria que evite que el dólar siga distorsionando el comercio intraregional, la apuesta sudame-ricana deja de estar anclada al viejo orden.
Instituciones como el Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), que debería encabezar esta nueva arquitectura, sigue teniendo más de 1,500 millones de dólares depositados en los bancos que originaron la crisis como Bank of America, Goldman Sachs y JP Morgan, y perdiendo plata en los mercados especulativos. Ni que decir de países como el Perú, donde el dogmatismo neoliberal se tapa los ojos esperando que pase el mal tiempo.
Mientras eso pasa, China se convierte poco a poco en el nuevo prestamista de la región, a cambio de acceder sin problemas a nuestros recursos naturales.
El tránsito de la economía mundial llegará a su fin un buen día y se configurará un nuevo orden, pero todo indica que la región no tendrá ningún papel importante en ello.

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