domingo, 4 de marzo de 2012

El dilema del gasoducto andino

Cada vez que me pregunto por qué demora tanto en empezar la construcción del gasoducto andino que beneficiará al sur del país, constituyendo un eje de desarrollo para regiones como Arequipa,  Cusco, Moquegua y Puno, tengo la sensación de que no estamos ante un problema técnico, ni de financiamiento, sino básicamente ante uno político e ideológico.
Coincido plenamente con quienes piensan que esto se trata por un lado, de una guerra abierta entre la española Repsol, que ya hace excelentes negocios con el gas peruano, y las empresas brasileñas como Odebrecht que quieren entrar con fuerza al negocio.
Imagino que algo que ver con esto tuvo la presencia del hombre fuerte de la política internacional brasileña, Marco Aurelio García, hace algunos días en Lima. García y sus colegas deben estar preocupados por la posibilidad de que su país se quede con los crespos hechos en un asunto que desde hace mucho tiempo les interesa.
De otro lado, hay aquí también un asunto de participación estatal. Y por más que la Corporación Andina de Fomento (CAF) está prestando sus buenos oficios para financiar la participación de Petroperu en el gasoducto, hay algo que me dice que en realidad todo es una mecida para ganar más tiempo y así conseguir el objetivo de los más duros de la derecha del régimen: darle el negocio a Repsol y que Petroperu no entre.
Es sabido que para este sector, Petroperu debería darse como bien servido con la refinería de Talara, y no meter sus narices en un negocio que es entre las trasnacionales y sus testaferros locales. Lógicamente, en toda esta trama, no les conviene la presencia de Humberto Campodónico a la cabeza de Petroperu, porque está tratando de dar a la empresa estatal de petróleos una posición sólida tanto en el gasoducto como en las iniciativas petroquímicas posteriores. Y lo más probable es que Repsol esté moviendo cielo y tierra para que la futura planta petroquímica se ubique al lado de la Pampa Melchorita y con ello completar su control sobre el gas nacional.
Para lo más cavernario de la reacción vale tres pepinos que la activa participación de Petroperu en el gasoducto permita que a través de esta empresa estatal, varias empresas nacionales privadas de la construcción y afines entren en el negocio, con lo cual se sentaría la base para una masa crítica empresarial nacional de corte industrial en un esquema donde ganan varios.
Por eso me queda cada vez más claro que el siguiente objetivo a la vista de esta parte de la derecha es tumbarse a Campodónico y a las ideas que él representa con lo cual se terminaría de tirar al tacho las reformas de corte nacionalista por las que votó el pueblo peruano. Es decir, a la vez que hay una fuerte resistencia de Repsol y compañía por devolver al Perú el gas del lote 88, tenemos otro frente en relación con el gasoducto y el polo petroquímico.
Y si Ollanta en realidad quiere tomar el toro por las astas, debería avanzar a un esquema que le permita poner a un gerente que con todas las facilidades del caso y tipo autoridad autónoma del gasoducto, rompa todos los lobbys y obstáculos y saque adelante una obra por la que el mandatario será recordado para siempre y que le dará el respaldo político suficiente para encarar el próximo periodo.

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