domingo, 28 de octubre de 2012

Éxito y fracaso de la política macroeconómica

El éxito de la política monetaria peruana (la de las metas de inflación, la que permite acumular reservas internacionales nunca antes vistas, y la que hace flotar –hasta lo que puede- al dólar), es al mismo tiempo el fracaso de los bolsillos de los peruanos.
Sirve para que los tecnócratas peruanos saquen pecho y al mismo tiempo para que médicos, enfermeras, profesores, policías, y un largo etcétera de trabajadores luchen por salarios dignos. Ese tipo de políticas son las que explican el “conflicto social del crecimiento” mientras dura el ciclo de bonanza sin reparto. 
Es una paradoja. Veamos el caso de la flotación sucia del dólar, a fin de darnos una idea de lo conectada que está la política monetaria con que se gasten menos recursos del tesoro público. 
Hace más de diez años que el dólar viene cayendo, hemos pasado del 3.50 soles por dólar al inicio del siglo XXI, hasta el 2.55 ó menos en el que se ubica en la actualidad. La divisa mundial se ha depreciado un 30 por ciento en el Perú. Y por si acaso, eso no tiene que ver con la fortaleza de nuestra moneda, sino más bien con que la moneda de reserva mundial proviene de la economía más endeudada del mundo: Estados Unidos, país que al ser uno de los más golpeados por la crisis de las economías desarrolladas, deprecia su moneda a fin de mejorar sus exportaciones y de paso trasladar su crisis a los demás. 
Para que el dólar no se termine de desbarrancar y con ello dañar la competitividad de los exportadores, tiene que salir el Banco Central a recoger dólares del mercado. Pero para eso necesita emitir moneda nacional, que es con la que compra los billetes verdes. Ese proceso requiere de lo que en economía se llama “esterilización”, es decir emitir deuda vía bonos. En ese esquema, se requiere de superávit fiscal para mantener ese endeudamiento equilibrado. Es por eso que Castilla se enorgullece de su superávit fiscal que hace tiempo sobrepasa el 1 por ciento del PIB. 
Cualquier economista de esa lógica, recomienda mantener un importante margen de superávit, lo que equivale a menos infraestructura y derechos para la población vía el presupuesto público. Esto se va a mantener mientras dure la crisis de los países ricos altamente endeudados (PRAE), y no me quiero imaginar cuando la crisis llegue también al sur. 
Para los incrédulos, basta decir que hace 5 años España era el ejemplo macroeconómico y de pleno empleo, y hoy está hasta las cangallas en sus cuentas fiscales y externas y el desempleo campea. Es que el modelo económico vigente no es sostenible (requiere de ajuste fiscal perpetuo), hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Los bancos son los que más ganan. 
La salida de este ciclo perverso no es nacional, es regional. Tiene que ver con que las reservas internacionales se queden en el sub continente en lugar de financiar el déficit norteamericano. Con constituir un fondo regional de estabilización monetaria. Con dejar de lado al dólar en nuestro comercio intraregional compensando en monedas locales, y mucho más. Eso es integración financiera, pero los tecnócratas del MEF y el BCR peruanos creen que es pura ideología. No se dan cuenta que los más ideologizados son ellos.

domingo, 21 de octubre de 2012

El GTIF se salva de Castilla

Uno de los avances más significativos dentro de la Unasur, es el relacionado con la integración financiera. Precisamente, hace unos años funciona en su seno -bajo la conducción argentina- el Grupo de Trabajo de Integración Financiera, también conocido por sus siglas como GTIF.
El GTIF se encarga de coordinar tres temas muy importantes: el primero tiene que ver con la creación de un fondo de estabilización monetaria, en la idea de estar protegidos por el lado de las cuentas externas ante un golpe de magnitudes de la crisis global. El segundo tiene que ver con un sistema de compensación entre monedas nacionales a fin de sacar al dólar del comercio intraregional y con ello las distorsiones que introduce la alta volatilidad de esa moneda. El tercer tema tiene que ver con la facilitación del comercio entre los países de la Unasur, pero en relación con su financiamiento y el estudio de las barrera no arancelarias a fin de ayudar a superarlas. 
Es Analía Tello la funcionaria que, junto con tres economistas, responsables de cada uno de los temas arriba citados, da forma a este debate. Este equipo se encuentra ubicado en el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas de la Argentina, país que decidió a principios de siglo no optar por los recortes asesinos como los que actualmente la Troika impone a Grecia, sino más bien reestructurar su deuda y seguir creciendo. No le fue nada mal. Está a la vanguardia de la política económica con una clara apuesta industrializadora que en pocos años se va a notar, pasándose a David Ricardo y todo su legado por las partes sacras. 
Respecto al primer tema del GTIF, las discusiones de los delegados de todos los países tiene que ver con: o crear un nuevo Fondo o utilizar el existente y bastante neoliberal FLAR. En el segundo tema, el debate se centra en la utilización del sistema de compensación del viejo ALADI o la apuesta por el reciente SUCRE del ALBA. En el tercer tema la cosa avanza por la identificación de barreras no arancelarias en la región y el diseño de un programa de financiamiento a las instituciones públicas que se encargar de fomentar el comercio en cada uno de los países. 
A nadie en su sano juicio se le ocurría meter en estas discusiones el tema del libre comercio en América del Sur, es decir la liberalización arancelaria como lo central en el GTIF. Pero como en el universo del sano juicio no entran los ultras del consenso de Washington que copan la tecnocracia económica peruana, son ellos precisamente los interesados en hacerlo. 
Castilla, que es el operador de turno a la cabeza del MEF de los grupos de poder financiero, minero y en general de los que se levantan al Perú en peso, y por tanto jefe de la tecnocracia aludida, estaba muy interesado en traerse el GTIF al Perú. Quería paralizar todas esas tonterías -para él- de integración financiera y promover solamente un documento de liberalización arancelaria, aprovechando la presidencia pro témpore de Humala en la Unasur. 
Pero como se dio cuenta de que los demás países de la Unasur no se lo iban a permitir, especialmente después del triunfo de Chávez en Venezuela, no le quedó más remedio que dejar al GTIF en manos argentinas, donde seguirá incubándose la integración financiera regional. Una buena noticia.

domingo, 14 de octubre de 2012

El Sur partido en dos

El canciller Patriota no estaba para juegos. Sabía muy bien lo que le iba a decir a su colega peruano durante su visita a Lima a principios de agosto. Frente a frente, el responsable de la política exterior del país más poderoso del subcontinente, señaló sin empacho que Brasil sabe perfectamente lo que es la Alianza del Pacífico: una amenaza para la Unasur.
De nada sirvió que el buen Roncagliolo alegue que había dejado en claro en las discusiones de la Alianza, que el negocio allí es netamente comercial y para nada ideológico. Patriota mandó a leer enseguida a uno de sus asesores, el artículo pertinente del Convenio del Mercosur que señala que ningún país miembro de ese bloque puede adherirse a otro acuerdo comercial sin la autorización de los demás.
Le estaba recordando al Perú que el pedido uruguayo de ser observador en la Alianza no procedía. Posteriormente, se lo recordaría también al país oriental. En ese momento, Paraguay aún no había pedido lo mismo.
Era la gota que derramaba el vaso en una historia reciente y bastante penosa entre el gigante sudamericano y su vecino andino. Casi como un recuerdo de mal gusto quedaba la sólida alianza con el entonces candidato y hoy mandatario peruano; cuando los programas sociales, la cooperación militar, las centrales hidroeléctricas y el gasoducto en el sur peruano iban a sellar una relación geopolítica Perú-Brasil que sobrepasaba lo bilateral y potenciaba un nuevo regionalismo sudamericano.
Pero, los programas sociales pasaron al Banco Mundial y no al BNDES, la cooperación militar se enfrió y Ollanta eligió los aviones KT1 de Corea en lugar de los Súper Tucano de Brasil. Las hidroeléctricas quedaron en stand by y, en el gas, más pesaron la española Repsol y su socia norteamericana Hunt Oil, que las brasileñas Odebretch y Petrobras.
El panorama está despejado: la Alianza del Pacífico sigue a toda marcha y se da el lujo de seducir a los pequeños del Mercosur. Estados Unidos venció a Brasil en la disputa que se armó en cancha peruana tras la victoria de Humala en las elecciones del 2011, alejando al Perú del eje Brasilia.
Sacando cuentas, el golpe de Estado en Honduras, la reafirmación de la Alianza del Pacífico y la caída de Lugo en Paraguay configuran los tres hechos políticos más relevantes que debilitan la integración regional y envían el mensaje al Brasil de quien manda todavía en el patio trasero.
Con todo y la entrada plena de Venezuela al Mercosur, en una especie de Alianza del Atlántico, lo cierto es que se va diluyendo la idea de una América del Sur integrada y con voz fuerte en un mundo multipolar y en tránsito.
Ello también diluye la respuesta regional -con institucionalidad financiera propia- a escenarios complejos en los que la crisis de las economías desarrolladas se traslada con todo a la región.
Sin duda, la primera década del siglo XXI trajo la ruptura de la hegemonía neoliberal en América del Sur y muchos avances en su integración política y financiera; sin embargo, el inicio de la segunda parece haber enfriado este proceso. La región está literalmente partida en dos: la Alianza del Pacífico de un lado y la Unasur del otro.

domingo, 7 de octubre de 2012

Crisis, política económica y el caso argentino

En el debate sobre la crisis económica de los países desarrollados, en especial sobre su interpretación, se da una guerra ideológica intensa. Los más ideologizados sostienen que la crisis es fiscal, porque países como los europeos, han gastado más de lo que podían soportar sus ingresos. Y eso, además de suponer que el modelo no puede garantizar los derechos a toda la población, ignora el papel de la banca en todo este despelote.
Se confunde así, la consecuencia en el fisco (derivada de rescates bancarios y planes de estímulo) con el origen, que más bien está ligado a la desregulación financiera y la consecuente especulación sin límites con instrumentos derivados y futuros en bolsas de valores y mercados de commodities. Todo mezclado con mecanismos de evasión y paraísos fiscales.
Peor aún, se pierde el foco y se obvia que el verdadero problema, o si se quiere la consecuencia más grave, es la falta de empleo y los bajos ingresos. Entonces, se cree que la solución pasa por aceptar la misma receta del FMI, la del ajuste fiscal, los despidos masivos, la reducción de salarios y seguridad social, y el aumento de impuestos indirectos como vemos en España, Grecia y otros países.
El FMI, que es el único que ha ganado con todo esto, pues se ha robustecido con nuevos recursos y funciones (dejando atrás su crisis de financiamiento y legitimidad) no ha movido un dedo su marco conceptual.
Ese coctel fondomonetarista viene aderezado con más libre comercio y protección de inversiones para los países en desarrollo, con la finalidad de evitar a toda costa la diversificación productiva, promoción de los mercados internos, redistribución de la renta e incentivo del consumo vía salario y no el crédito bancario.
En realidad, el objetivo es que nadie se atreva a hacer política económica, vendiendo la misma idea de hace más de 20 años, que la economía es una ciencia exacta que se aplica a pesar de cualquier consideración geográfica, cultural, social, política, etc.
Se niega el paradigma de la política económica como instrumento para la recuperación de derechos y reducción de la desigualdad. Y se condena a quien se atreve a salirse del libreto.
El ejemplo más claro en la región es el caso argentino. La propaganda que se hace desde la ideología neoliberal en los medios locales, hace creer a muchos que la economía argentina es caótica. No se dice que en los últimos años su producción ha crecido en promedio 8 por ciento anual y que al mismo tiempo ha logrado una de las inclusiones en materia de seguridad social más avanzadas de América del Sur, que incluye pensiones no contributivas, asignación universal por hijo, etc. Además de los reajustes salariales periódicos.
Las críticas desde la mirada neoliberal peruana se centran en la política monetaria argentina, su control de divisas y la protección de su mercado frente a las importaciones. Como eso es pecado contra la Biblia del consenso de Washington, se le echan todas las maldiciones, sin mirar su apuesta por la industrialización.
Se llega a decir –en el máximo de la arrogancia y fantasía- que el Perú está mejor que la Argentina. Nada más falso. Ya quisiéramos tener sus bases económicas productivas y su infraestructura. No por nada nuestro vecino es, junto con Brasil y México, parte del G20.